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CARTOGRAFÍA DE LOS SIGLOS XVI AL XIX
MAPAS, CARTAS NÁUTICAS, PLANOS Y DERROTEROS

J. VAN KEULEN (ÁMSTERDAM, 1695)

A lo largo de los siglos, en la cartografía, Cantabria aparece representada en ocasiones junto a otros territorios, a veces en detalles parciales y, hacia finales del siglo XVIII, de forma independiente. A partir de la carta publicada por Iaillot (París, 1693) y el mapa de G. Cantelli y D. de Rossi (Roma, 1696) el término provincia o país de las cuatro villas comienza a verse reflejado en algunos documentos, haciendo referencia a las villas de Castro, Laredo, Santander y San Vicente, las “Cuatro Villas de la Costa de la Mar”. Durante gran parte del siglo XVIII esta denominación aparece en la cartografía de editores y cartógrafos como Nolin, De Fer, Vaugondy, Bellin, Bonne, Philippe –todos ellos establecidos en París- y también en las cartas de Mortier y Van Keulen de Ámsterdam. Tomás López, en su mapa publicado en Madrid en 1757, se refiere a “las cuatro villas que llaman de las montañas de Burgos que tiene su corregimiento a parte, la primera es Laredo, Santander la segunda, Castro Urdiales y San Vicente son las otras dos”.

Posteriormente el editor Von Reilly de Viena publica dos mapas en los que figura “Distrikt la Costa de las Montanas de Burgos” y “Distrikt las Montanas de Burgos”, reflejando así la parte norte y sur del territorio cántabro. También Zatta (Venecia, 1776) se refiere en su mapa a las montañas de Burgos. El término “Montagna” aparece asimismo en los mapas de Passini Carli de Siena y Borghi de Florencia y “Montana” en la cartografía de Gustav Klint (Estocolmo, 1798) y Mentelle y Chanlaire (París, 1806).

La colección de mapas se inicia con la cartografía flamenca de los siglos XVI y XVII, que ocupa un importante espacio, iniciándose con el mapa de Metellus (Colonia, 1595) y continuando con los grandes editores del siglo XVII: Mercator-Hondius, Merula-Bertius, Janssonius, De Witt, Danckerts, Visser, los italianos Cantelli-De Rossi y los franceses Briet y Sanson.

La colección cuenta también con los mapas impresos en París por Nicolás de Fer y Jean Baptiste Nolin, de comienzos del siglo XVIII, en el que aparecen reputadas figuras como Van der Aa, Ottens, Vaugondy, López, Philippe, Zatta, Bonne, Von Reilly, Carli o Cassini, entre otros, y, ya en el siglo XIX, Borghi, Dauty-Malo, Vandermaelen o Lavigne y editores españoles como Miñano, Gaspar y Roig, Coello, Rubio, Boronat o Valverde.

Las cartas de navegar reflejan, en algunos casos, una parte del litoral del Atlántico Norte, que comprende desde la entrada del Canal de la Mancha, frente al Finisterre francés, hasta Gibraltar.

En el primer atlas náutico impreso, Sphiegel der Zeevaert (Leiden, 1583) de Lucas Jansz Waghenaer, la costa cántabra aparece representada en dos ejemplares de los veintitrés que constituyen la obra. El primero de ellos desde Llanes a Laredo y un segundo desde Castro a Arcachón. Desde estos primeros documentos, la cartografía náutica publicada durante el siglo XVII tiene un

importante desarrollo debido fundamentalmente a los holandeses, como el ya citado Waghenaer o Blaeu, Janssonium, Doncker, Goos, Theunisz, Colom, Van Keulen, De Witt o Mortier, todos ellos establecidos en Ámsterdam, y asimismo Dudley en Florencia, Seller en Londres o Iaillot en París.

Ya en los siglos XVIII y XIX, y siguiendo un cierto orden cronológico Renard, Bellin, Mount & Page, Tofiño, Depot General de la Marine en París, Herault-Bouclet, Gustav Klint, Faden, Hydrographical Office en Londres, Doral, Dirección de Hidrografía en Madrid, Robiquet o Potter, entre otros.

Este conjunto de cartas se complementa con una serie de derroteros desde finales del siglo XVII hasta 1900. La guía escrita para uso de los navegantes –el derrotero, en español; routier, en francés; roteiro, en portugués, y sailing-direction o rutters en inglés– fue durante siglos la guía fundamental de los pilotos para dirigir los barcos en sus singladuras y hasta el XV el medio del que dependían los marinos del noroeste de Europa. Desde el XVI amplían su información gráficamente y de forma sistemática, con vistas y perfiles de la costa, tal y como eran vistos desde el mar, y, en algunos casos, pequeños mapas de la zona contenida en ellos para facilitar la navegación.

Le petit flambeau de la mer, de René Bougard (Le Havre, 1694) es un manual de náutica, que contiene sesenta y siete cartas y fue muy utilizado en las escuelas de navegación desde 1684 hasta 1817. Esta obra toma prestado su título de los atlas náuticos de Blaeu y Ianssonius. Más tardío es el derrotero de Manoel Pimentel Arte de navegar… e Roteiro (Lisboa, 1712), dividido en dos partes. La primera de ellas es teórica, mientras que la segunda, más extensa, se corresponde con una serie de derrotas de diversas partes del mundo. En la colección también se encuentra Derrotero de las costas de España en el Océano Atlántico y de las islas Azores o Terceras, para inteligencia y uso de las cartas esféricas (Madrid, 1789), del ya citado Vicente Tofiño.

En el siglo XIX, la publicación de este tipo de obras se multiplica: Sailing directions for the bay of Biscay including the coasts of France & Spain from Ushant to Cape Finisterre (Londres, 1847), del conocido hidrógrafo británico J. W. Norie o Derrotero de la costa septentrional de España desde el puerto de La Coruña hasta el río Bidasoa, publicado por la Sección de Hidrografía en Madrid en la Imprenta del Ministerio de Marina en 1910, son algunos ejemplos de la colección.